Tras las visitas a la familia y los distintos cumpleaños tocaba pasar de nuevo un fin de semana en Madrid.
El viernes, recién llegados, paseo por la calle Alcalá, la calle Goya, Alonso Martínez, calle Hortaleza, hasta el avituallamiento de la calle Infanta en el Pezcador: ensaladilla rusa -que me encanta- y revuelto de bacalao -bastante mejorable-, con un vino blanco de Huelva que nos recomienda el camarero -un personaje-.
El sábado la lluvia mengua el paseo, pero nos vamos a un desembalaje de almoneda y pasamos la mitad del día entre antigüedades y miles de cosas viejas con o sin el encanto de lo decadente. Me gustaron las parejas de mesitas redondas de corte art nouveau, unos juegos de cafetera-tetera-azucarero-lechera-bandeja en plata inglesa en perfecto estado pero inalcanzables en este momento; a Él le gustó otro, más asequible, con baño de plata de estilo victoriano, pero le gustó para que me lo comprara yo, para que continuara una colección; muy divertido un estuche de tocador con peine-cepillo-espejo de mano de estilo art decó; preciosos el mueble de teléfono con asiento, los percheros de pared, los sillones de cuero con brazos cromados art decó, ... pero finalmente solo compramos un par de reproducciones de barajas de cartas: una imperial francesa y un tarot italiano del siglo XVII; también una jarrita de cristal para la leche.
Por la noche, cena en Mosaiq, restaurante árabe que reservamos por internet con un menú degustación muy rico y abundante para la cena de dos comensales: rollitos de pollo, albondigas de cordero, hummus de garbanzos, crema de berenjenas, hojas de parra con arroz, pastelitos de lentejas... todo al centro de la mesa a modo de aperitivos, y después un cuscús de verduras y un pollo al limón con aceitunas para compartir también, dejando para el postre unos pastelitos muy dulces de hojaldre, frutos secos y miel y otros de chocolate con pistachos -poco árabes bajo mi punto de vista, no lo sé-. Pero el sitio, muy ruidoso por el volumen de la música y el ruido de la bomba de calor, aunque el camarero era diligente y el sitio bonito.
Las copas, esta vez, en The Angel, pensando que encontraríamos espectáculo de travestis, pero finalmente solo música tecno de los ochenta en un local casi vacio y poco iluminado para verle el culo al camarero.