domingo, 22 de noviembre de 2009

de vuelta

El camino me devuelve a esta tierra. Me avisa primero y preparo una visita de reconocimiento porque esta vez llega hasta el Campo de Montiel y la Sierra de Alcaraz: hay que atravesar la Mancha y el mar de viñas para subir en altura y notar una nueva presión, otra temperatura, otro acento.
Me acompañan en este viaje, pero no es Él. No importa, o no le doy importancia en ese momento, no se la he dado nunca, pero no sé si tengo que darle importancia. Aquel día no hubiera podido ser, pero cualquier otro...
Descubro que el trayecto será largo, pero entretenido; me gusta el paisaje, el llano de vid y cereal interminable que deja ver distancias hasta de veinte kilómetros sin estorbos, carreteras trazadas con tiralíneas, rectas interminables de asfalto por recorrer, paisajes interminables, infinitos como el mar...
He contemplado antes de viajar distintas posibilidades. Viajo también para determinar dónde instalarme definitivamente por fin. O quizás sólo para confirmar una decisión previa al viaje. Sea como sea visito el que será mi lugar de trabajo y el que puede ser mi lugar de residencia: dos sitios distintos, no puede ser de otra manera, no estaría cómodo, no sería fácil si fueran el mismo.
El viaje, la visita, el día... pasan divertidos, resultan fructíferos, son útiles para tomar mis decisiones durante los días siguientes, las semanas que vienen... queda poco tiempo para el verano y tengo que decidirme en esas fechas. Me he propuesto solucionar mis primeras metas en ese verano y pienso que no lo voy a hacer, pero lo intento.
Este viaje, la primera toma de contacto, es el primer paso.

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