martes, 6 de noviembre de 2007

puente de los santos

Estos días se han dedicado aquí, como en otros sitios, a comprar flores para agasajar a los que murieron y ya no están, a caminar a los cementerios con premura -cada vez antes, si puede ser- para que la lápida del familiar esté limpia y floreada de las primeras, y se viven escenas como la que recreó magistralmente Almodóvar en su última película. Esto es así aquí como en otros sitios porque veo la misma escena repetida a unos cuantos kilómetros, en mi pueblo, junto a la lápida de mi padre.
En casa, una vela encendida ha recordado estos días de manera luminosa la ausencia, y así en otras casas.
Al día siguiente, el verdadero día de difuntos según la tradición, me marcho al ambiente de la capital, a cenar en un nuevo restaurante que no es lo que me decían, a ver una obra de teatro que supera lo comentado, a bailar hasta altas horas de la madrugada, a beber a pesar de las dietas...
Y a la vuelta los manchegos están preparando ya los olivares para las próximas faenas de recogida del fruto: limpiando el suelo de malas hierbas para extender las redes, cavando alrededor de los olivos en algunos casos y, en otros, limpiando a base de química. En otros sitios, comienzan a podar las viñas más secas, aunque la mayoría esperan a que caigan las hojas que han ido cambiando de color al paso de los días: verdes, pajizos, rojizos, tostados... hasta desaparecer. Pronto el campo ofrecera otra estampa cuando la niebla deje verla.

1 comentario:

RAIKO dijo...

Querido Fisiologus, esta neocrónica es estupenda, tiene un sabor descriptivo, sencillo y amplio a la vez. ¿Un neomachado por los campos de castilla?